viernes, 14 de febrero de 2020

EL AMOR: UN ESTADO MARAVILLOSO



A día de hoy sigo estando enamorado, muy enamorado en mi vida personal, y enamorado de mi trabajo.
El amor a mi trabajo me viene de antiguo, es una relación larga y duradera. A pesa de encontrarnos por el camino con escollos profesionales (la falta de reconocimiento, la desmotivación por el ninguneo,...), pero no quiero entrar en lo ácido de esta relación. Prefiero quedarme con los buenos momentos, que son los que hacen que siga insistiendo para mantener el fuego del amor a mi trabajo.
Me motiva, como a cualquier pareja, el descubrimiento de nuevas experiencias, en mi mundo profesional, estas vienen marcadas por el continuo aprendizaje al que nos vemos sometidos quienes nos dedicamos a la formación y al anhelo de poner en práctica esos aprendizajes (en realidad autoaprendizajes).
La incorporación en mi bagaje amoroso de las tecnologías educativas propician, junto a las teorías del aprendizaje, un cóctel maravilloso que hacen que mi mundo de las ideas sea cada vez más grande; la cantidad de elementos que se pueden aplicar al campo educativo me motivan para dedicar a mi profesión la atención suficiente para ir creciendo poco a poco. 
Yo siempre digo que soy aprendiz, no tengo el conocimiento pleno y absoluto del conocimiento a mi alcance, a pesar de llevar más de 30 años dedicado a la educación ( la mitad de ese tiempo dedicado a la formación para el empleo) no siento que haya llegado a culminar mi sabiduría. Tal vez esa sensación es la que aviva continuamente mi curiosidad en mi trabajo.
Hoy me expreso poniendo en una balanza lo positivo y lo negativo, el resultado es claramente positivo. Soy un empleado público que tiene muy claro su dedicación al servicio de la ciudadanía y que ella pasa por enriquecer continuamente mi aportación, humilde, al mundo de la formación.
Pues es a través de la formación como se puede lograr el motor de cambio en las administraciones. 
Siempre tengo en la mente que las administraciones son personas, no es una máquina burocrática que funciona al margen de la sociedad. 
Que la innovación es el combustible necesario para que esa máquina de personas funcione correctamente.
 Y finalmente, que la unión de formación e innovación son el camino a seguir por cada organización pública para lograr el objetivo-meta: la excelencia del servicio público.
Así que, permítanme que insista: estoy enamorado, y hoy día de San Valentín, quiero expresarlo desde estas líneas.